martes, 25 de junio de 2013

Sueños nada más.

Esta tarde mientras descansaba después de una noche de locura… No hablo de alcohol solamente, sino conversaciones interesantes, pensamientos intrínsecos con gente interesantes, aquellas noches que recuerdas como una noche de conocimiento.

Me reconocí bajo una frase: “la locura de los sueños”. En los tiempos que ahora corren, donde las aves carroñeras te persiguen y los falsos perros están a cada lado. Queda poco espacio para hacer de ti mismo aquel retratado sueño. No creo en el falso idealismo de: los sueños se cumplen. Sin embargo las profecías de videntes inmaduros hablan de perseverancia y muchas ansias. ¿En serio son esos factores para que se cumplan los sueños?

Sueño tan simples como: un trabajo, una persona, un perro… La perseverancia es una ayuda, quizás en un instante para no olvidar que existe este sueño, que algún día lo conseguirás, pero la suerte/fortuna/mística en esencia… es uno de los factores que intervienen; fortuna que en aquella entrevista programada en el edificio tal, de tal ciudad con Joan y Marc de jueces que valoran tu curriculum sean tan incrédulos o astutos para que te consideren digna de trabajar allí, coincidencia que “Bobby” tu futuro perro se encuentre justamente en aquel criadero o protectora que habías decidido.


Entonces solo queda preguntarnos ¿Cuánta importancia jugamos en nuestros sueños? La locura nos da lugar a imaginación, quizás buena o mala, siempre se ha de definir por las circunstancias. Pero nosotros, estas personas con nombres y características definidad, somos finalmente un factor a añadir a nuestros “locos sueños”. Siempre ha habido una lista no escrita de nuestros a cumplir: que deberíamos haber hecho antes de… x edad. Sin embargo, a veces dejamos pasar el hecho que para que un sueño se haga real, la fortuna y nosotros debemos estar en completa sincronización por asi decirlo: 

- Estado de ánimo correcto, en el lugar correcto, con la ambientación correcta.

(A.)


sábado, 1 de junio de 2013

Montar la pluma

Qué duro es tener la tinta de la pluma seca, intentar escribir y no conseguir más que una hoja escrita a trasluz. Sé dónde está la tinta, pero no se volver a montar la pluma.

(S)